En Estados Unidos y Connecticut hay una crisis de viviendas, y millones de adultos mayores quienes trabajaban, superan los 65 años, se han jubilado y están pensando en reducir sus gastos, vender una casa y adquirir una más pequeña. Sin embargo, hay que pensarlo detalladamente.
Muchos de estas parejas están aún pagando el costo de un vehículo, lidiando con los desembolsos y elevados intereses de las tarjetas de crédito, el elevado pago de impuestos a la propiedad y a los vehículos típicos de Connecticut, el pago de los seguros de vida, vivienda y automóviles, el aumento en el pago de tratamientos médicos y compra de medicamentos, y como indica Frank Russo, el deseo del adulto mayor de adquirir una vivienda más pequeña y en un área segura.
En ocasiones, son los padres los que continúan pagando las deudas de los prestamos estudiantiles de sus hijos, algunos de los cuales no son todavía independientes y esto conlleva una carga extra.
En otras oportunidades, la venta de la residencia ha sido obligada para saldar cuentas, el crédito puede estar afectado y para conseguir una nueva vivienda se requiere como mínimo una suma no inferior a los $300,000 dólares. La otra posibilidad es alquilar un departamento y reunir dinero para una probable y futura compra.
Para Rosalía, sus cuatro hijos ya mayores han transformado su casa y donde se criaron en una bodega llena de cachivaches, refrigeradores viejos, libros, ropas y artículos deportivos que han instalado en los cuatro cuartos y el sótano de la casa.
“Con mi esposo estamos cansados de pedirles que no lo hagan y como hacen caso omiso a lo que les estamos solicitando desde que se han casado y viven independientes, hemos decidido vender.” Sin embargo, se han dado cuenta de que habrá gastos para deshacerse de “cosas y artefactos,” preparar la casa para la venta y buscar una futura vivienda.
Recordemos el caso de la madre o el padre que viven solos. En las familias latinas existe la posibilidad de que una hija admita a su progenitora o progenitor en sus casas, pero para muchos estadounidenses, los padres pasan a ser un estorbo, o se han mudado lejos de ellos a otros estados.
Laura Veesy se ha dedicado y especializado al caso de downsizing palabra en ingles que significa reducción. Advierte que es fundamental que esta disminución de cosas materiales incluidos trajes, zapatos, libros, muebles, y artículos de adorno se inicie pensando en que la futura vivienda no será de las mismas dimensiones.
“Este es un tema critico porque a veces el esposo o la esposa tratan de convencer a su pareja de la necesaria eliminación de cosas de su pertenencia. “Este deseo de disminución tiene una carga emocional y puede llevar a resquemores,” dice Carlos, un consejero matrimonial especializado en estos cambios.
La solución es comenzar con tiempo a donar libros a bibliotecas u amistades, regalar muebles, estantes y adornos a familiares. Hay una gran cantidad de personas que requiere de ropas y calzado e instituciones como el Ejército de Salvación que agradecen esta muestra de generosidad.
El gasto de una mudanza, empacar las cosas que se van con el matrimonio, determinar el tipo de vehículo que va a usarse y el costos de cargadores puede alcanzar a más de mil dólares, salvo que familiares o amigos colaboren. Se recomienda que matrimonios donde ambos tengan problemas físicos, hernias, cuestiones relacionadas con el funcionamiento del corazón o la musculatura, dirijan y supervisen, pero no hagan esfuerzos que les pongan en peligro.
Veesey recomienda una cuidadosa preparación, cálculos, el periodo de tiempo y la estación del año para la venta de una casa y la mudanza. Si el comprar una nueva propiedad requiere de la venta de la actual, la lista de lo que se va y no se queda y pensar que reducir es algo difícil, pero un importante acto de prevención para los adultos mayores.
Este tema aflora cuando ya no somos jóvenes y en la vida hemos ido acumulando bienes que con el paso del tiempo dejan de ser importantes. Sin embargo la separación de ellos conlleva una crisis emocional por el sentido de apego que se debe minimizar con la simple pregunta de, “¿puedo cargar con esto?”